13.3.14

ANTEPROYECTO EDIFICIO BANCO DEL PICHINCHA

Autor: Karl Kohn
Análisis y digitalización: Juan Carlos Bedoya

Nota: Anteproyecto esquemático; se infirieron las dimensiones.


















Fotomontaje de la propuesta de Kohn
Proyecto construido
Una obra arquitectónica es una autobiografía hecha materia. Así las obras del maestro Karl Kohn reflejan su contexto, su tiempo y su forma particular de vivir y percibir el mundo.

Uno de sus proyectos no construidos es el que diseñó para la  matriz del Banco del Pichincha, en el centro norte de Quito. Incluso en una propuesta corporativa como esta, Kohn no olvida humanizar los espacios. Si bien su trabajo se encuadra dentro de las corrientes del racionalismo y el funcionalismo europeo, no abandona el naturalismo del Art Nouveau ni cierto formalismo de la arquitectura académica. 

Este anteproyecto, cuyo legado existe únicamente en planos esquemáticos, muestra un Kohn versátil a la hora de diseñar distintas tipologías de edificios. No se limita a explorar con el purismo cúbico, las pieles de cristal o un racionalismo rígido. Si se hace un recorrido por su extensa obra, incluida la no construida, se aprecia que no es de los arquitectos que dibujan variaciones del mismo edificio. Kohn juega con todos los parámetros del oficio que ejerce: la escala, la tipología, la forma, la materialidad, la estructura, las relaciones entre interior y exterior, el programa... 

El edificio que propuso para el Banco del Pichincha responde a sus requerimientos corporativos mediante el uso de una sencilla piel de vidrio que envuelve suavemente la esquina dando forma al edificio, cuya estructura actúa como un esbelto esqueleto separado de su envolvente. Aplica los principios de la planta y la fachada libres, idóneos para ofrecer la flexibilidad y capacidad de adaptación que los cambiantes requisitos programáticos y tecnológicos de los bancos requieren. Las fachadas están marcadas por una modulación vertical que juega con los ejes horizontales a distintos niveles. Los pilares arrancan con una sección rectangular que, al elevarse, se deja transformar por la intersección con dichos ejes cambiando su forma hasta sobresalir como cabo triangular. Una característica recurrente en la obra de Kohn es la manera en la cual suaviza y rompe sutilmente las esquinas. En este caso, lo hace para jerarquizar el ingreso y marcar la fachada principal, acogiéndola entre dos curvas invertidas, cuya silueta distorsiona la ortogonalidad del edificio a la vez que se funde armoniosamente con ella. La malla de la estructura genera un ritmo distinto en cada planta, que resulta de su estructura implícita de atrio y la forma curva con la cual remata la composición rectangular. Las escaleras, como suele ocurrir en la obra de Kohn, se aprovechan como una oportunidad para introducir un elemento orgánico y dinámico que activa espacios que de otra forma serían excesivamente genéricos -uno de los legados del Art Nouveau que nunca abandonó por completo. Su obsesión por incorporar la naturaleza en la arquitectura se expresa mediante la introducción de distintas terrazas así como jardines interiores en distintos niveles, todo dentro de un gran espacio diáfano. Desde el punto de vista programático introduce un fenómeno atípico: dedica enteramente el penúltimo piso a los empleados. Acaso fue este uno de los motivos por los cuales no fuera seleccionado su proyecto: incluso en la actualidad se invierte lo mínimo posible en los espacios para los empleados

Kohn es, sin duda, un arquitecto atemporal, que a pesar de trabajar con un contexto específico y los principios de determinadas corrientes históricas, no deja de ser un artista con una marca individual reconocible.

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