Ramiro
Salvador
Junio 2014
Junio 2014
Antecedentes
El plan
regulador de Quito elaborado por Jones Odriozola y su equipo en el año 1943 es
en parte el resultado de un proceso largo de estudio de las condiciones
sociales, políticas, urbanas e ideológicas del Quito de esa época, pero también
se presenta como la experimentación y puesta en práctica de conceptos, teorías
y filosofías urbanas propias del bagaje cultural, social y académico de Jones
Odriozola.
Sus
influencias son el resultado de lo que Martin Cobas recoge como “modernidad en
route” en texto “La mirada distante”, que hace referencia a las experiencias
académicas y profesionales de Jones Odriozola en países como Inglaterra,
Italia, Suiza, Alemania, también en América Latina, principalmente en Brasil y
finalmente en los Estados Unidos. De estas experiencias, se destacan algunas
como su estancia en la ciudad de Oxford, su encuentro con Le Corbusier, su
coincidencia con los CIAM, con Josep Luis Sert y su “filiación con la
arquitectura norteamericana” (Frank Lloyd Wright y el organicismo)[1].
Para
comprender la postura de Odriozola frente a las decisiones,
requerimientos, y demandas que implicaba
la elaboración del Plan Regulador, es necesario contextualizar algunos de los
elementos más relevantes de su influencia teórica y práctica frente a temas
urbanos, arquitectónicos, técnicos y sobre todo humanos
Frank Lloyd Wright: el “hogar” y la ciudad que
desaparece (The disappearing City)
El
arquitecto estadounidense, Frank Lloyd Wright, es conocido por ser uno de los
maestros del movimiento moderno a inicios del siglo XX y ser uno de los
exponentes de la arquitectura orgánica. Esta corriente, basada en la filosofía
naturalista, plantea una visión contraria a la tendencia arquitectónica moderna
de la Europa de inicios del siglo XX que
se acercó más al mecanicismo y reduccionismo racionalista fundamentados en el
progreso técnico y en la crítica a los historicismos.
El caso
particular de Frank Lloyd Wright ejemplifica el desarrollo del pensamiento de
una arquitectura más humana y en constante relación con la naturaleza. La
resistencia de la arquitectura orgánica al racionalismo industrial, se
ejemplifica en la construcción de la idea del “hogar” relacionado con el fuego que José Antonio Gonzales Alcantud
resume de la siguiente manera “Wright planteará su idea de una arquitectura
orgánica en la que el punto de partida definidor de todo el espacio es la
chimenea, entendida desde la idea del fuego primigenio como origen de la
agrupación humana de la familia”[2].
Esta idea del “hogar” como expresión privatizada o particularizada del
lugar de reunión o agrupación humana dará fundamentos a la postura crítica que
Wright tendría frente a las ciudades de ésa época, cuyo paradigma era
construido desde la tradición urbana europea, que concentraba población y
vendía una falsa idea de prosperidad[3] y vida en comunidad. Wright
pensaba que era necesario construir una postura Americana y nueva de
prosperidad, basado en la agricultura, la naturaleza y el individuo, de ahí se
desprenden sus ideas para el libro “The Disappearing City”, con el caso de
estudio de Broadacre City, donde las construcciones hechas por el hombre
se pierdan en la naturaleza, entre los bosques ríos y parcelas agrícolas,
argumentando que muchos de los problemas clásicos de las periferias urbanas
podrían solucionarse con los nuevos métodos de transporte.[4]
Josep Lluis Sert: Del CIAM IV carta de Atenas al CIAM
VIII Ciudad para vivir, corazón y centros de ciudad.
El caso
del urbanismo derivado de los CIAM (congresos internacionales de arquitectura
moderna), puede entenderse como una extrapolación del pensamiento racionalista
y mecanicista predominante en la arquitectura moderna europea, y que se
consagra en los postulados de la carta de Atenas en 1933 del CIAM IV, donde la
ciudad es dividida en funciones (habitar, trabajar, circular, recrear). Las
ideas de la ciudad racionalista intentan vincular el estudio positivista de las
condiciones humanas abordado por la arquitectura moderna con el desarrollo técnico
multi-escalar de las ciudades industriales[5]. Estas relaciones inherentes entre arquitectura y urbanismo, son el
fundamento racional para la participación activa de los arquitectos modernos en
la planificación y reconstrucción de las ciudades, valorándolas como una
expresión de la vida en sociedad y del avance civilizatorio de la humanidad.
Esta visión mecanicista de la
ciudad, junto a la devastación de las ciudades europeas tras la segunda guerra
mundial, visibiliza la discusión, en el octavo congreso internacional de
arquitectura moderna en 1951, del papel cívico y de congregación social que
tienen las ciudades. En ese mismo año, Ortega y Gasset en afirman que “La polis no es primordialmente un conjunto de casas habitables, sino un
lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas. La
urbe no está hecha como la cabaña o el domus, para cobijarse de la intemperie y
engendrar, que son menesteres privados y familiares, sino para discutir sobre
la cosa pública”[6].
Josep Lluis Sert, arquitecto catalán, en su
intervención en el CIAM VIII, titulada “Centros para la vida de la
comunidad” critica la tendencia
des-urbanizante de los suburbios y la vocación meramente funcional (de trabajo)
des-humanizante que ha adoptado las ciudades modernas, frente a estos tremas instala
la idea de que las ciudades necesitan recuperar o crear un centro cívico que
funcione como corazón de la ciudad. El tratamiento del tema se derivaría en la
comprensión amplia de la palabra “cívico”, entendiendo ámbitos como la cultura,
el arte, la política, el deporte y el esparcimiento como expresiones de ese
civismo[7].
Este paso para comprender la vida de la ciudad
como una muestra de la vida en comunidad trasciende las explicaciones meramente
técnicas imperantes en la ciudad racionalista, y empieza a contemplar a la
ciudad como un organismo vivo, donde
las relaciones entre las partes son de mutua dependencia, como lo explica un
fragmento del programa del Grupo MARS en el VIII CIAM:
“Porque una comunidad de personas es un organismo, y un organismo
consciente de su propia personalidad. No sólo los miembros dependen unos de
otros, sino que cada uno de ellos conoce su dependencia. Este conocimiento, o
sentido de la comunidad, viene expresado con diversa intensidad según el distinto
nivel que la comunidad ocupa en el ordenamiento social.”[8]
Patrick Abercrombie: la praxis del “Town Planning”, ciudad
jardín, corredores verdes, cinturones verdes, legislación y planificación.
Las ideas
de la ciudad jardín, herencia del pensamiento teórico de Sir Ebenezer
Howard, fueron transformándose en instituciones que intentaban establecer
vínculos teóricos y experimentales entre el circulo de urbanistas ingleses y
norteamericanos a inicios del siglo XX. Se comenzó por discutir y a definir conceptos
como los de garden-city (ciudad
jardín), garden-suburb (suburbio jardín),
green-belt town (cinturón verde), parkways (corredores verdes) neighbourhood unit (barrio basado en el
principio de “unidad vecinal”)[9] que establecerían las reglas de pensamiento de una
gran parte del urbanismo anglosajón de esa época.
Patrick
Abercrombie agrega el vector pragmático al urbanismo derivado del “Garden City
Movement”. Su trabajo iniciado en el “Town Planning Review” y continuado en el
libro “Town and Country Planning” (1933), son la condensación de algunos de los principios del “green
movement” enfocados sobre todo al desarrollo de las ciudades satélite o
alejadas del centro consolidado, planteando ideas como la de “ciudad región”. Se
empieza a valorar bajo una óptica realista, objetiva y casi científica
principios como los de la integración de la naturaleza, el paisaje, la
contención del crecimiento y la praxis de la planificación entendiendo el peso
de la legislación y la economía como factores decisivos.
Como herencia
de Patrick Geddes, biólogo y botánico escocés, Abercrombie aplica la lógica de
planificación multi escalar desde arriba hacia abajo, impulsando una retórica
descentralizadora pero con una resultado práctico alta dependencia del sistema
central y regional[10]. Este tipo de planificación que se enfoca en las
relaciones entre las partes y el todo, comprendiendo una visión de autogestión
limitada y de interdependencia dará lugar a lecturas de carácter orgánico que
se pueden inferir de sus trabajos posteriores como el “Greater London Plan” en
1944.
Esta
búsqueda de reglas universales para el “town planning” resultará en una
metodología aséptica, rígida y alejada de las ideas iniciales de una
planificación orgánica, que se institucionalice y se fundamente tanto en lo
técnico como en lo legal.
Lin Yutang “La importancia del vivir” 1937: el ocio,
el esparcimiento, lo no-funcional, lo vivencial.
El
escritor chino – americano Lin Yutang describe en uno de sus libros “La
importancia de vivir” una filosofía de vida entendida desde lo vivencial,
aquello que sobrepasa los valores socialmente consensuados de la función y la
rutina. Esta visión intenta condensar reflexiones tradicionales de la cultura
china, las relaciones simbólicas entre la humanidad y su contexto espiritual y
físico.
Entre
estas reflexiones, se presenta un tema relevante “el culto de la vida ociosa”, que
se resume como una interpretación de algunas ideas de pensadores, escritores y
poetas chinos, que plantean desmitifican el relato de la holganza en sus relaciones con la vida común y su presunta afinidad
natural con las clases pudientes de la sociedad.
Esta
aproximación filosófica al ocio, plantea
una crítica a la sociedad que sobrevalora el esfuerzo constante, la visibilidad excesiva (fama), la rutina y
la predeterminación de la vida. La vida holgada solo se la gozaba de manera
plena cuando se aborrecía la riqueza, las relaciones suntuarias, las funciones
“oficiales”.
“[…]La
capacidad para el verdadero goce del ocio se pierde en la clase adinerada y sólo
puede encontrarse entre la gente que tiene un supremo desprecio por la riqueza.
Debe provenir de la riqueza íntima del alma en un hombre que ama las formas
simples de la vida y a quien impacienta a veces el negocio de hacer dinero. Hay
siempre mucha vida que gozar para el hombre decidido a gozarla. Si los hombres
no alcanzan a gozar esta existencia terrena que tenemos, es porque no aman
suficientemente a la vida y permiten que se convierta en una monótona
existencia rutinaria.”[11]
“Tejido Vivo” ciudad como organismo vivo
El Plan
Regulador de Quito es el resultado práctico de la aplicación y mixtura de
algunas de estas aproximaciones urbanas y sociales, de las cuales Odriozola
deriva y sintetiza en ciertos principios intentando construir una postura
frente a la ciudad, entendiéndola principalmente como un organismo vivo.
Esta
visión orgánica de la ciudad de Quito se puede entender desde la interpretación
y extrapolación de algunos de los aspectos, discursos y metodologías aplicados
en el Plan Regulador de Jones Odriozola que están formando parte de algunos
temas subyacentes en dicho plan y que se valoran por sus niveles de coherencia
entre la concepción y la ejecución del mismo.
“Ciudades heterodoxas” Latinoamérica entre la carta de
Atenas y las preexistencias
Odriozola
plantea desde el discurso una aparente relación armónica entre la doctrina
mecanicista, universalista y dura del urbanismo “funcionalista” moderno y
aquellas posturas más emotivas, humanizantes y sociales derivadas de la
naciente crítica a ese funcionalismo extremo. Esta relación pretendería valorar
el alto nivel organizativo y lógico de la separación de funciones así como el
complejo e inevitablemente caótico desarrollo autónomo de las ciudades no
planificadas que encuentran su identidad en el mestizaje continuo y en la
nostalgia de la historia como en muchas de las ciudades Latinoamericanas.
Para
entender esta aparente relación, Jones Odriozola plantea dos elementos que
generen identidad y que sean el punto de partida discursivo del plan, el primero
sería una especie de vínculo metodológico y discursivo entre las decisiones
macro de una ciudad, donde importaba el papel planificador del
arquitecto-urbanista, y el espíritu o esencia de un lugar y su gente. Esta postura, a la que él denomina como “el
querer de las gentes”, se entendía como el resultado de un proceso positivista de
observación pura y análisis técnico de aquellas relaciones inherentes a la
población en ámbitos como lo económico, lo social y lo ambiental, que se venían
dando históricamente en la ciudad y que servían como materia prima para
justificar las decisiones del Plan.
El segundo
sería la valoración de Quito por su topografía y su naturaleza, describiéndola
casi como un elemento escénico que enmarcaría la vida cotidiana dela ciudad y
que colaboraría en la construcción de los elementos básicos que la gente
necesita para tener una mejor calidad de vida, donde el encuentro y la
comunidad se desarrollan el espacio público verde. Esta descripción mediaría
entre los principios des – urbanizantes del urbanismo de Frank Lloyd Wright,
con la sistematización del uso de la naturaleza en el urbanismo inglés de Patrick
Geddes y Patrica Abercrombie, pero que en general sería una perspectiva que se
alejaba de las reales condiciones (políticas, sociales y económicas) de la
ciudad de Quito para que sea implementada en su totalidad.
Si bien
“el querer de las gentes” y la valoración escénica de la naturaleza de Quito,
agregan vectores humanizantes a la propuesta de Odriozola, ambos presentan
contradicciones no solo en su concepción sino sobre todo en su ejecución, ya
que siempre se veía subordinados a los principios de las teorías dominantes, y
convertirían al “el querer de las gentes” en el justificativo de la
construcción de una ciudad bipolar, clasista y territorialmente excluyente; y
al valor escénico de la naturaleza como principio vulnerable a las presiones
económicas e inmobiliarias presente ya en esa época.
Estos dos
elementos ejemplifican lo que podría denominarse como una etapa de crisis en las
teorías urbanas modernas que intentaban aplicarse en Quito y gran parte de
Latinoamérica a mediados del siglo XX. La crisis, parafraseando a Antonio
Gramsci filósofo italiano, puede ser entendida como aquel momento donde lo viejo resiste a
extinguirse y lo nuevo lucha por surgir, en este caso, Odriozola tenía
elementos no solo teóricos sino sobre todo emotivos que discutían la validez
rígida del modelo urbanista moderno heredado de los primeros CIAM, pero
aquellos principios orgánicos de carácter más humanizantes, localistas, de
contexto y autogestión propuestos en el Plan Regulador no llegarían a
consolidarse en su totalidad, y esto se debía principalmente al desfase
temporal que significaba planificar una ciudad que no había entrado a la
modernidad propiamente dicha y que ya planteaba una aproximación más posmoderna
y particularmente orgánica en las relaciones entre personas y con su entorno.
Por este
motivo, e interpretando algunos de los elementos planificadores como la
descentralización, los centros temáticos, las unidades mínimas, los corredores
verdes y las relaciones multi – escalares se podría entender al Plan Regulador
como una aproximación heterodoxa pero no nueva del urbanismo moderno, que
plantea métodos teóricamente contradictorios, pero que bajo el discurso del
“tejido vivo” pretendían ser complementarios.
“La ciudad y la
naturaleza” teorías y principios, la ciudad jardín frente al “the disappering
city”
El énfasis
del Plan Regulador frente al tema de la naturaleza y la topografía tiene como
elementos ejemplares la interconectividad planteada como sistema de espacios
públicos y de movilidad peatonal, y el potencial escénico de los elementos
naturales en una ciudad limitada por
montañas y quebradas.
La
aplicación de estas dos opciones, de fundamento teórico similar pero de
aplicación práctica distinta, se entiende como el encuentro del justo medio
entre la teoría del “the disappearing city” de Wright y los elementos
pragmáticos de la ciudad jardín por Abercrombie, todo esto motivado por la percepción
emotiva que tuvo Jones Odriozola del imponente paisaje quiteño. Por un lado, la
radicalidad discursiva de la “ciudad que desaparece” es traducida por Jones
como una oportunidad moderada de generar identidad en el Plan Regulador, destinando
un carácter simbólico y jerárquico a elementos naturales como el Panecillo, el
Ichimbía y las laderas del Pichincha, haciendo de ellos parques donde el
“verde” se articula y luego se ramifica en la ciudad, para después otorgar una vocación mucho más
práctica, cotidiana y funcional a los corredores verdes, avenidas verdes y
centros de manzana donde la gente se beneficie de ellos constantemente.
Esta
aparente convergencia teórica expresada como sistema de espacios verdes se
pondría en crisis en el momento de la ejecución del Plan y posterior a él, ya
que estas dos posturas claramente orgánicas se verían subordinadas a algunas
fuerzas autónomas internas de la ciudad como la especulación inmobiliaria y el
crecimiento informal, relegando el tema de la naturaleza, el paisaje y la
topografía a términos insignificantes frente al desarrollo moderno de la
ciudad.
Es el los
términos de sustentabilidad y subsistencia económica donde el objetivo de
implementar un sistema proporcional de espacios verdes a la ciudad encuentra su
principal resistencia, sobre todo en una ciudad que no tenía una tradición en
planificación, y donde Odriozola señala claramente que la pertinencia de estos
procesos depende de la disponibilidad de espacios de carácter público o
municipales. En la búsqueda de implementación de ese sistema, es irónico
reconocer que en aquellos lugares donde Odriozola planificaba los barrios
obreros, de clase media y baja, de industrias y trabajo, se convertirían luego
en lo más cercano a su modelo de relación entre la ciudad y ese sistema verde,
donde las construcciones respetarían en cierta medida esas conexiones naturales
como las quebradas y empezarían a generarse corredores verdes para abastecer la
demanda de las personas que vivan en esos barrios, en cambio la zona residencial
y administrativa (parte norte de la ciudad) se terminaría cediendo frente a las
demandas del mercado y de los sectores económicamente más influyentes condenando al “sistema” a ser
atomizado en pequeñas plazas y parques desconectados.
“La ciudad democrática” la economía y la vivienda,
zonas y clases, calidad de vida.
La
planificación urbana lleva en sí misma una dimensión política inevitable, donde
los desafíos técnicos se solucionan generalmente bajo una postura determinada
frente a la construcción de lo público y lo privado, y es en esta relación
donde se definen las prioridades urbanas de una ciudad.
El Plan
Regulador de Jones Odriozola, describe, norma y proyecta algunos de los
aspectos y relaciones que los ciudadanos mantienen entre sí y con su entorno
construido, definiendo así una postura política (en el sentido amplio de la
palabra) que intentará ser inferida a partir de sus influencias no solo
técnicas, sino sobre todo filosóficas y principalmente bajo la óptica
organicista, que impregna un carácter heterodoxo a su propuesta.
En el Plan
Regulador, Odriozola plantea un proceso de descentralización bajo la idea de
construir una ciudad como si fuese un organismo vivo, generando cadenas de
responsabilidad e inter dependencia entre los ciudadanos a diferentes escalas. Este
esquema multi-escalar estaba conformado en su base antropológica por la
familia, pero organizativamente se fundaba sobre la unidad mínima barrial,
luego el barrio, el pequeño distrito, el gran distrito y finalmente la ciudad entendida
como la unión de dos grandes distritos y un centro cívico.
Esta idea desconcentradora
expresaría en general la apuesta del Plan Regulador de Odriozola a la construcción decidida del espacio común en
sus diferentes niveles, ya sean estos los “park
ways” o corredores verdes, los
parques públicos, así como los centros cívicos y culturales, centros de barrio
entre otros, diferenciándose así de la idea privatizante y atomizante del
naciente suburbio americano. Odriozola llegaría a utilizar el término “la
ciudad del pueblo” como una referencia al objetivo ciudadano que tenía este
proceso de descentralizar, y generar centros de carácter público en la ciudad,
apelando sobre todo a la cultura, deporte y al civismo, como géneros
específicos derivados del ocio, que sería aquella categoría (de las cuatro
expresadas en la carta de Atenas), a la cual Odriozola daría una mayor
importancia, por ser el momento de la vida humana que se desprende de la
determinación funcional, y permite la vinculación del hombre con el hombre, y
con su entorno, como sobresale en la lectura de Lin Yutang.
Estos tres
elementos derivados de la descentralización esbozarán la idea de una ciudad que
ofrece una buena calidad de vida, que promueve el encuentro, la socialización y
la cultura, y genera ciertos niveles de autodeterminación, pero que se
enfrentaría a la construcción doctrinal de una ciudad territorialmente
excluyente, un desarrollo económico no uniforme y la presión de los sectores de
mayor influencia económica, trabando así muchos de los principios propuestos en
el plan.
“Planificación, proceso continuo” relaciones
multi-escalares, la evolución vs el plan, la autodeterminación regulada.
En el tema
de la planificación, Odriozola enlaza su propuesta metodológica multi escalar
con la necesidad de establecer una vinculación constante entre el ente
regulador y planificador que debe existir en el municipio y la continua
evolución (técnica y social) de la ciudad, por lo que el modelo aplicado por
Abercrombie en el “Town Planning” se convierte en un referente de gestión de la ciudad en términos de
ocupación del territorio, de generación de un sistema verde intercomunicado y
del modelo de descentralización que Odriozola aplicaría bajo la consigna de los
“centros de la ciudad” del VIII CIAM. Estas ideas regulatorias estarían teóricamente
legitimadas por la continua expresión del “querer de las gentes” que se haría visible en la participación comunal,
barrial y distrital frente al tema de la planificación. En la práctica, no se
daría dicha participación vinculante y además el proceso de descentralización y
la autodeterminación regulada, terminarían
acentuando las diferencias económicas ya presentes en el territorio, a
pesar de su leve instalación como proceso de planificación de la ciudad; la
migración interna crearía zonas de crecimiento fuera de la lógica funcionalista
aplicada como visión macro de planificación.
Conclusiones
La visión
orgánica del Plan Regulador de Ordiozola, puede develar algunos aspectos muy
relevantes en el Quito del siglo XXI, ya que pusieron en crisis algunos de los
principios urbanos que terminaron consolidándose con el tiempo, como la
concentración administrativa, la separación funcional de la ciudad, y la baja
calidad de la vida comunal y natural que dieron como resultado extremo la aparición
y auge de los modelos de la “ciudad dormitorio” o suburbio americano.
El Plan
puede ser entendido como una muestra del pensamiento regionalista y critico
presente en algunas ciudades de América Latina, que generalmente nacía de
vertientes teóricas definidas, pero que con el contacto territorial y cultural se
aplicaba con algunos contrastes que impregnaban identidad a las propuestas. En
este caso Quito y sus preexistencias llegaron a cautivar a Odriozola, de manera
que terminaría elaborando un Plan que intentaba rescatar aquellos valores
teóricos que influyeron en él pero que le permitan entender y proyectar una
ciudad con un carácter ya definido, con una historia que necesitaba ser
valorada, y con una idiosincrasia que podía consolidar una sociedad más
participativa, y empoderada de su proceso evolutivo, aunque en la realidad estos
principios cometerían el pecado de la ingenuidad y padecerían de la debilidad
institucional del cabildo de ésa época sobre todo en temas de planificación.
Referencias
[1] Martin Cobas, “La Mirada
Distante,” in A Line in the Andes, by Felipe Correa (Applied Research
& Design, 2013).
[2] José Antonio González Alcantud, María Jesús Buxó Rey,
and Centro de Investigaciones Etnológicas Angel Ganivet, El fuego. Mitos,
ritos y realidades: coloquio internacional. Granada, 1-3 de febrero de 1995
(Anthropos Editorial, 1997).
[3] Frank Lloyd Wright et al., Frank
Lloyd Wright and the Living City (Vitra Design Museum, 1998).
[4] Frank Lloyd Wright, The
Disappearing City (W. F. Payson, 1932).
[5] Historia del urbanismo: el siglo XX (INAP, 1981).
[6] José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
(Revista de Occidente en Alianza Editorial, 1979).
[7] Jaqueline Tyrwhitt, The
Heart of the City: Towards the Humanisation of Urban Life (Pellegrini and
Cudahy, 1952).
[8] Josp Lluis Sert, “VIII CIAM: Centros Para La Vida
Colectiva,” 1951.
[9] Benedetto Gravagnuolo, Historia del urbanismo en
Europa 1750-1960 (Ediciones AKAL, 1998).
[10] Michael Batty and Stephen
Marshall, “The Evolution of Cities: Geddes, Abercrombie and the New
Physicalism,” Town Planning Review 80, no. Volume 80, Number 6 /
November 2009 (05 2010): 551–74, doi:10.3828/tpr.2009.12.
[11] Lin Yutang, The Importance
of Living, 1937.
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