21.5.14

Referentes e influencias urbanas del Plan Regulador de Jones Odriozola

Ramiro Salvador
Junio 2014
Antecedentes 
El plan regulador de Quito elaborado por Jones Odriozola y su equipo en el año 1943 es en parte el resultado de un proceso largo de estudio de las condiciones sociales, políticas, urbanas e ideológicas del Quito de esa época, pero también se presenta como la experimentación y puesta en práctica de conceptos, teorías y filosofías urbanas propias del bagaje cultural, social y académico de Jones Odriozola.
Sus influencias son el resultado de lo que Martin Cobas recoge como “modernidad en route” en texto “La mirada distante”, que hace referencia a las experiencias académicas y profesionales de Jones Odriozola en países como Inglaterra, Italia, Suiza, Alemania, también en América Latina, principalmente en Brasil y finalmente en los Estados Unidos. De estas experiencias, se destacan algunas como su estancia en la ciudad de Oxford, su encuentro con Le Corbusier, su coincidencia con los CIAM, con Josep Luis Sert y su “filiación con la arquitectura norteamericana” (Frank Lloyd Wright y el organicismo)[1].
Para comprender la postura de Odriozola frente a las decisiones, requerimientos,  y demandas que implicaba la elaboración del Plan Regulador, es necesario contextualizar algunos de los elementos más relevantes de su influencia teórica y práctica frente a temas urbanos, arquitectónicos, técnicos y sobre todo humanos
Frank Lloyd Wright: el “hogar” y la ciudad que desaparece (The disappearing City)
El arquitecto estadounidense, Frank Lloyd Wright, es conocido por ser uno de los maestros del movimiento moderno a inicios del siglo XX y ser uno de los exponentes de la arquitectura orgánica. Esta corriente, basada en la filosofía naturalista, plantea una visión contraria a la tendencia arquitectónica moderna de  la Europa de inicios del siglo XX que se acercó más al mecanicismo y reduccionismo racionalista fundamentados en el progreso técnico y en la crítica a los historicismos.
El caso particular de Frank Lloyd Wright ejemplifica el desarrollo del pensamiento de una arquitectura más humana y en constante relación con la naturaleza. La resistencia de la arquitectura orgánica al racionalismo industrial, se ejemplifica en la construcción de la idea del “hogar” relacionado con el fuego que José Antonio Gonzales Alcantud resume de la siguiente manera “Wright planteará su idea de una arquitectura orgánica en la que el punto de partida definidor de todo el espacio es la chimenea, entendida desde la idea del fuego primigenio como origen de la agrupación humana de la familia”[2].
Esta idea del “hogar” como expresión privatizada o particularizada del lugar de reunión o agrupación humana dará fundamentos a la postura crítica que Wright tendría frente a las ciudades de ésa época, cuyo paradigma era construido desde la tradición urbana europea, que concentraba población y vendía una falsa idea de prosperidad[3] y vida en comunidad. Wright pensaba que era necesario construir una postura Americana y nueva de prosperidad, basado en la agricultura, la naturaleza y el individuo, de ahí se desprenden sus ideas para el libro “The Disappearing City”, con el caso de estudio de Broadacre City, donde las construcciones hechas por el hombre se pierdan en la naturaleza, entre los bosques ríos y parcelas agrícolas, argumentando que muchos de los problemas clásicos de las periferias urbanas podrían solucionarse con los nuevos métodos de transporte.[4]
Josep Lluis Sert: Del CIAM IV carta de Atenas al CIAM VIII Ciudad para vivir, corazón y centros de ciudad.
El caso del urbanismo derivado de los CIAM (congresos internacionales de arquitectura moderna), puede entenderse como una extrapolación del pensamiento racionalista y mecanicista predominante en la arquitectura moderna europea, y que se consagra en los postulados de la carta de Atenas en 1933 del CIAM IV, donde la ciudad es dividida en funciones (habitar, trabajar, circular, recrear). Las ideas de la ciudad racionalista intentan vincular el estudio positivista de las condiciones humanas abordado por la arquitectura moderna con el desarrollo técnico multi-escalar de las ciudades industriales[5]. Estas relaciones inherentes  entre arquitectura y urbanismo, son el fundamento racional para la participación activa de los arquitectos modernos en la planificación y reconstrucción de las ciudades, valorándolas como una expresión de la vida en sociedad y del avance civilizatorio de la humanidad.
Esta visión mecanicista de la ciudad, junto a la devastación de las ciudades europeas tras la segunda guerra mundial, visibiliza la discusión, en el octavo congreso internacional de arquitectura moderna en 1951, del papel cívico y de congregación social que tienen las ciudades. En ese mismo año, Ortega y Gasset en afirman que “La polis no es primordialmente un conjunto de casas habitables, sino un lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas. La urbe no está hecha como la cabaña o el domus, para cobijarse de la intemperie y engendrar, que son menesteres privados y familiares, sino para discutir sobre la cosa pública”[6].
Josep Lluis Sert, arquitecto catalán, en su intervención en el CIAM VIII, titulada “Centros para la vida de la comunidad”  critica la tendencia des-urbanizante de los suburbios y la vocación meramente funcional (de trabajo) des-humanizante que ha adoptado las ciudades modernas, frente a estos tremas instala la idea de que las ciudades necesitan recuperar o crear un centro cívico que funcione como corazón de la ciudad. El tratamiento del tema se derivaría en la comprensión amplia de la palabra “cívico”, entendiendo ámbitos como la cultura, el arte, la política, el deporte y el esparcimiento como expresiones de ese civismo[7].
Este paso para comprender la vida de la ciudad como una muestra de la vida en comunidad trasciende las explicaciones meramente técnicas imperantes en la ciudad racionalista, y empieza a contemplar a la ciudad como un organismo vivo, donde las relaciones entre las partes son de mutua dependencia, como lo explica un fragmento del programa del Grupo MARS en el VIII CIAM:
“Porque una comunidad de personas es un organismo, y un organismo consciente de su propia personalidad. No sólo los miembros dependen unos de otros, sino que cada uno de ellos conoce su dependencia. Este conocimiento, o sentido de la comunidad, viene expresado con diversa intensidad según el distinto nivel que la comunidad ocupa en el ordenamiento social.”[8]
Patrick Abercrombie: la praxis del “Town Planning”, ciudad jardín, corredores verdes, cinturones verdes, legislación y planificación.
Las ideas de la ciudad jardín, herencia del pensamiento teórico de Sir Ebenezer Howard, fueron transformándose en instituciones que intentaban establecer vínculos teóricos y experimentales entre el circulo de urbanistas ingleses y norteamericanos a inicios del siglo XX. Se comenzó por discutir y a definir conceptos como los de garden-city (ciudad jardín), garden-suburb (suburbio jardín), green-belt town (cinturón verde), parkways (corredores verdes) neighbourhood unit (barrio basado en el principio de “unidad vecinal”)[9] que establecerían las reglas de pensamiento de una gran parte del urbanismo anglosajón de esa época.
Patrick Abercrombie agrega el vector pragmático al urbanismo derivado del “Garden City Movement”. Su trabajo iniciado en el “Town Planning Review” y continuado en el libro “Town and Country Planning” (1933), son la condensación de algunos de los principios del “green movement” enfocados sobre todo al desarrollo de las ciudades satélite o alejadas del centro consolidado, planteando ideas como la de “ciudad región”. Se empieza a valorar bajo una óptica realista, objetiva y casi científica principios como los de la integración de la naturaleza, el paisaje, la contención del crecimiento y la praxis de la planificación entendiendo el peso de la legislación y la economía como factores decisivos.
Como herencia de Patrick Geddes, biólogo y botánico escocés, Abercrombie aplica la lógica de planificación multi escalar desde arriba hacia abajo, impulsando una retórica descentralizadora pero con una resultado práctico alta dependencia del sistema central y regional[10]. Este tipo de planificación que se enfoca en las relaciones entre las partes y el todo, comprendiendo una visión de autogestión limitada y de interdependencia dará lugar a lecturas de carácter orgánico que se pueden inferir de sus trabajos posteriores como el “Greater London Plan” en 1944.
Esta búsqueda de reglas universales para el “town planning” resultará en una metodología aséptica, rígida y alejada de las ideas iniciales de una planificación orgánica, que se institucionalice y se fundamente tanto en lo técnico como en lo legal.
Lin Yutang “La importancia del vivir” 1937: el ocio, el esparcimiento, lo no-funcional, lo vivencial.
El escritor chino – americano Lin Yutang describe en uno de sus libros “La importancia de vivir” una filosofía de vida entendida desde lo vivencial, aquello que sobrepasa los valores socialmente consensuados de la función y la rutina. Esta visión intenta condensar reflexiones tradicionales de la cultura china, las relaciones simbólicas entre la humanidad y su contexto espiritual y físico.
Entre estas reflexiones, se presenta un tema relevante “el culto de la vida ociosa”, que se resume como una interpretación de algunas ideas de pensadores, escritores y poetas chinos, que plantean desmitifican el relato de la holganza en sus relaciones con la vida común y su presunta afinidad natural con las clases pudientes de la sociedad.
Esta aproximación filosófica al ocio, plantea una crítica a la sociedad que sobrevalora el esfuerzo constante,  la visibilidad excesiva (fama), la rutina y la predeterminación de la vida. La vida holgada solo se la gozaba de manera plena cuando se aborrecía la riqueza, las relaciones suntuarias, las funciones “oficiales”.
“[…]La capacidad para el verdadero goce del ocio se pierde en la clase adinerada y sólo puede encontrarse entre la gente que tiene un supremo desprecio por la riqueza. Debe provenir de la riqueza íntima del alma en un hombre que ama las formas simples de la vida y a quien impacienta a veces el negocio de hacer dinero. Hay siempre mucha vida que gozar para el hombre decidido a gozarla. Si los hombres no alcanzan a gozar esta existencia terrena que tenemos, es porque no aman suficientemente a la vida y permiten que se convierta en una monótona existencia rutinaria.”[11]
“Tejido Vivo” ciudad como organismo vivo
El Plan Regulador de Quito es el resultado práctico de la aplicación y mixtura de algunas de estas aproximaciones urbanas y sociales, de las cuales Odriozola deriva y sintetiza en ciertos principios intentando construir una postura frente a la ciudad, entendiéndola principalmente como un organismo vivo. 
Esta visión orgánica de la ciudad de Quito se puede entender desde la interpretación y extrapolación de algunos de los aspectos, discursos y metodologías aplicados en el Plan Regulador de Jones Odriozola que están formando parte de algunos temas subyacentes en dicho plan y que se valoran por sus niveles de coherencia entre la concepción y la ejecución del mismo.
“Ciudades heterodoxas” Latinoamérica entre la carta de Atenas y las preexistencias
Odriozola plantea desde el discurso una aparente relación armónica entre la doctrina mecanicista, universalista y dura del urbanismo “funcionalista” moderno y aquellas posturas más emotivas, humanizantes y sociales derivadas de la naciente crítica a ese funcionalismo extremo. Esta relación pretendería valorar el alto nivel organizativo y lógico de la separación de funciones así como el complejo e inevitablemente caótico desarrollo autónomo de las ciudades no planificadas que encuentran su identidad en el mestizaje continuo y en la nostalgia de la historia como en muchas de las ciudades Latinoamericanas.
Para entender esta aparente relación, Jones Odriozola plantea dos elementos que generen identidad y que sean el punto de partida discursivo del plan, el primero sería una especie de vínculo metodológico y discursivo entre las decisiones macro de una ciudad, donde importaba el papel planificador del arquitecto-urbanista, y el espíritu o esencia de un lugar y su gente. Esta postura, a la que él denomina como “el querer de las gentes”, se entendía como el resultado de un proceso positivista de observación pura y análisis técnico de aquellas relaciones inherentes a la población en ámbitos como lo económico, lo social y lo ambiental, que se venían dando históricamente en la ciudad y que servían como materia prima para justificar las decisiones del Plan.
El segundo sería la valoración de Quito por su topografía y su naturaleza, describiéndola casi como un elemento escénico que enmarcaría la vida cotidiana dela ciudad y que colaboraría en la construcción de los elementos básicos que la gente necesita para tener una mejor calidad de vida, donde el encuentro y la comunidad se desarrollan el espacio público verde. Esta descripción mediaría entre los principios des – urbanizantes del urbanismo de Frank Lloyd Wright, con la sistematización del uso de la naturaleza en el urbanismo inglés de Patrick Geddes y Patrica Abercrombie, pero que en general sería una perspectiva que se alejaba de las reales condiciones (políticas, sociales y económicas) de la ciudad de Quito para que sea implementada en su totalidad.
Si bien “el querer de las gentes” y la valoración escénica de la naturaleza de Quito, agregan vectores humanizantes a la propuesta de Odriozola, ambos presentan contradicciones no solo en su concepción sino sobre todo en su ejecución, ya que siempre se veía subordinados a los principios de las teorías dominantes, y convertirían al “el querer de las gentes” en el justificativo de la construcción de una ciudad bipolar, clasista y territorialmente excluyente; y al valor escénico de la naturaleza como principio vulnerable a las presiones económicas e inmobiliarias presente ya en esa época.
Estos dos elementos ejemplifican lo que podría denominarse como una etapa de crisis en las teorías urbanas modernas que intentaban aplicarse en Quito y gran parte de Latinoamérica a mediados del siglo XX. La crisis, parafraseando a Antonio Gramsci filósofo italiano, puede ser entendida como  aquel momento donde lo viejo resiste a extinguirse y lo nuevo lucha por surgir, en este caso, Odriozola tenía elementos no solo teóricos sino sobre todo emotivos que discutían la validez rígida del modelo urbanista moderno heredado de los primeros CIAM, pero aquellos principios orgánicos de carácter más humanizantes, localistas, de contexto y autogestión propuestos en el Plan Regulador no llegarían a consolidarse en su totalidad, y esto se debía principalmente al desfase temporal que significaba planificar una ciudad que no había entrado a la modernidad propiamente dicha y que ya planteaba una aproximación más posmoderna y particularmente orgánica en las relaciones entre personas y con su entorno.
Por este motivo, e interpretando algunos de los elementos planificadores como la descentralización, los centros temáticos, las unidades mínimas, los corredores verdes y las relaciones multi – escalares se podría entender al Plan Regulador como una aproximación heterodoxa pero no nueva del urbanismo moderno, que plantea métodos teóricamente contradictorios, pero que bajo el discurso del “tejido vivo” pretendían ser complementarios.
 “La ciudad y la naturaleza” teorías y principios, la ciudad jardín frente al “the disappering city”
El énfasis del Plan Regulador frente al tema de la naturaleza y la topografía tiene como elementos ejemplares la interconectividad planteada como sistema de espacios públicos y de movilidad peatonal, y el potencial escénico de los elementos naturales en una ciudad limitada  por montañas y quebradas.
La aplicación de estas dos opciones, de fundamento teórico similar pero de aplicación práctica distinta, se entiende como el encuentro del justo medio entre la teoría del “the disappearing city” de Wright y los elementos pragmáticos de la ciudad jardín por Abercrombie, todo esto motivado por la percepción emotiva que tuvo Jones Odriozola del imponente paisaje quiteño. Por un lado, la radicalidad discursiva de la “ciudad que desaparece” es traducida por Jones como una oportunidad moderada de generar identidad en el Plan Regulador, destinando un carácter simbólico y jerárquico a elementos naturales como el Panecillo, el Ichimbía y las laderas del Pichincha, haciendo de ellos parques donde el “verde” se articula y luego se ramifica en la ciudad,  para después otorgar una vocación mucho más práctica, cotidiana y funcional a los corredores verdes, avenidas verdes y centros de manzana donde la gente se beneficie de ellos constantemente.
Esta aparente convergencia teórica expresada como sistema de espacios verdes se pondría en crisis en el momento de la ejecución del Plan y posterior a él, ya que estas dos posturas claramente orgánicas se verían subordinadas a algunas fuerzas autónomas internas de la ciudad como la especulación inmobiliaria y el crecimiento informal, relegando el tema de la naturaleza, el paisaje y la topografía a términos insignificantes frente al desarrollo moderno de la ciudad.
Es el los términos de sustentabilidad y subsistencia económica donde el objetivo de implementar un sistema proporcional de espacios verdes a la ciudad encuentra su principal resistencia, sobre todo en una ciudad que no tenía una tradición en planificación, y donde Odriozola señala claramente que la pertinencia de estos procesos depende de la disponibilidad de espacios de carácter público o municipales. En la búsqueda de implementación de ese sistema, es irónico reconocer que en aquellos lugares donde Odriozola planificaba los barrios obreros, de clase media y baja, de industrias y trabajo, se convertirían luego en lo más cercano a su modelo de relación entre la ciudad y ese sistema verde, donde las construcciones respetarían en cierta medida esas conexiones naturales como las quebradas y empezarían a generarse corredores verdes para abastecer la demanda de las personas que vivan en esos barrios, en cambio la zona residencial y administrativa (parte norte de la ciudad) se terminaría cediendo frente a las demandas del mercado y de los sectores económicamente  más influyentes condenando al “sistema” a ser atomizado en pequeñas plazas y parques desconectados.
“La ciudad democrática” la economía y la vivienda, zonas y clases, calidad de vida.
La planificación urbana lleva en sí misma una dimensión política inevitable, donde los desafíos técnicos se solucionan generalmente bajo una postura determinada frente a la construcción de lo público y lo privado, y es en esta relación donde se definen las prioridades urbanas de una ciudad.
El Plan Regulador de Jones Odriozola, describe, norma y proyecta algunos de los aspectos y relaciones que los ciudadanos mantienen entre sí y con su entorno construido, definiendo así una postura política (en el sentido amplio de la palabra) que intentará ser inferida a partir de sus influencias no solo técnicas, sino sobre todo filosóficas y principalmente bajo la óptica organicista, que impregna un carácter heterodoxo a su propuesta. 
En el Plan Regulador, Odriozola plantea un proceso de descentralización bajo la idea de construir una ciudad como si fuese un organismo vivo, generando cadenas de responsabilidad e inter dependencia entre los ciudadanos a diferentes escalas. Este esquema multi-escalar estaba conformado en su base antropológica por la familia, pero organizativamente se fundaba sobre la unidad mínima barrial, luego el barrio, el pequeño distrito, el gran distrito y finalmente la ciudad entendida como la unión de dos grandes distritos y un centro cívico.
Esta idea desconcentradora expresaría en general la apuesta del Plan Regulador de Odriozola a  la construcción decidida del espacio común en sus diferentes niveles, ya sean estos los “park ways”  o corredores verdes, los parques públicos, así como los centros cívicos y culturales, centros de barrio entre otros, diferenciándose así de la idea privatizante y atomizante del naciente suburbio americano. Odriozola llegaría a utilizar el término “la ciudad del pueblo” como una referencia al objetivo ciudadano que tenía este proceso de descentralizar, y generar centros de carácter público en la ciudad, apelando sobre todo a la cultura, deporte y al civismo, como géneros específicos derivados del ocio, que sería aquella categoría (de las cuatro expresadas en la carta de Atenas), a la cual Odriozola daría una mayor importancia, por ser el momento de la vida humana que se desprende de la determinación funcional, y permite la vinculación del hombre con el hombre, y con su entorno, como sobresale en la lectura de Lin Yutang.
Estos tres elementos derivados de la descentralización esbozarán la idea de una ciudad que ofrece una buena calidad de vida, que promueve el encuentro, la socialización y la cultura, y genera ciertos niveles de autodeterminación, pero que se enfrentaría a la construcción doctrinal de una ciudad territorialmente excluyente, un desarrollo económico no uniforme y la presión de los sectores de mayor influencia económica, trabando así muchos de los principios propuestos en el plan.
“Planificación, proceso continuo” relaciones multi-escalares, la evolución vs el plan, la autodeterminación regulada.
En el tema de la planificación, Odriozola enlaza su propuesta metodológica multi escalar con la necesidad de establecer una vinculación constante entre el ente regulador y planificador que debe existir en el municipio y la continua evolución (técnica y social) de la ciudad, por lo que el modelo aplicado por Abercrombie en el “Town Planning” se convierte en un referente  de gestión de la ciudad en términos de ocupación del territorio, de generación de un sistema verde intercomunicado y del modelo de descentralización que Odriozola aplicaría bajo la consigna de los “centros de la ciudad” del VIII CIAM. Estas ideas regulatorias estarían teóricamente legitimadas por la continua expresión del “querer de las gentes” que  se haría visible en la participación comunal, barrial y distrital frente al tema de la planificación. En la práctica, no se daría dicha participación vinculante y además el proceso de descentralización y la autodeterminación regulada, terminarían  acentuando las diferencias económicas ya presentes en el territorio, a pesar de su leve instalación como proceso de planificación de la ciudad; la migración interna crearía zonas de crecimiento fuera de la lógica funcionalista aplicada como visión macro de planificación.
Conclusiones
La visión orgánica del Plan Regulador de Ordiozola, puede develar algunos aspectos muy relevantes en el Quito del siglo XXI, ya que pusieron en crisis algunos de los principios urbanos que terminaron consolidándose con el tiempo, como la concentración administrativa, la separación funcional de la ciudad, y la baja calidad de la vida comunal y natural que dieron como resultado extremo la aparición y auge de los modelos de la “ciudad dormitorio” o suburbio americano.
El Plan puede ser entendido como una muestra del pensamiento regionalista y critico presente en algunas ciudades de América Latina, que generalmente nacía de vertientes teóricas definidas, pero que con el contacto territorial y cultural se aplicaba con algunos contrastes que impregnaban identidad a las propuestas. En este caso Quito y sus preexistencias llegaron a cautivar a Odriozola, de manera que terminaría elaborando un Plan que intentaba rescatar aquellos valores teóricos que influyeron en él pero que le permitan entender y proyectar una ciudad con un carácter ya definido, con una historia que necesitaba ser valorada, y con una idiosincrasia que podía consolidar una sociedad más participativa, y empoderada de su proceso evolutivo, aunque en la realidad estos principios cometerían el pecado de la ingenuidad y padecerían de la debilidad institucional del cabildo de ésa época sobre todo en temas de planificación.
Referencias 


[1] Martin Cobas, “La Mirada Distante,” in A Line in the Andes, by Felipe Correa (Applied Research & Design, 2013).
[2] José Antonio González Alcantud, María Jesús Buxó Rey, and Centro de Investigaciones Etnológicas Angel Ganivet, El fuego. Mitos, ritos y realidades: coloquio internacional. Granada, 1-3 de febrero de 1995 (Anthropos Editorial, 1997).
[3] Frank Lloyd Wright et al., Frank Lloyd Wright and the Living City (Vitra Design Museum, 1998).
[4] Frank Lloyd Wright, The Disappearing City (W. F. Payson, 1932).
[5] Historia del urbanismo: el siglo XX (INAP, 1981).
[6] José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (Revista de Occidente en Alianza Editorial, 1979).
[7] Jaqueline Tyrwhitt, The Heart of the City: Towards the Humanisation of Urban Life (Pellegrini and Cudahy, 1952).
[8] Josp Lluis Sert, “VIII CIAM: Centros Para La Vida Colectiva,” 1951.
[9] Benedetto Gravagnuolo, Historia del urbanismo en Europa 1750-1960 (Ediciones AKAL, 1998).
[10] Michael Batty and Stephen Marshall, “The Evolution of Cities: Geddes, Abercrombie and the New Physicalism,” Town Planning Review 80, no. Volume 80, Number 6 / November 2009 (05 2010): 551–74, doi:10.3828/tpr.2009.12.
[11] Lin Yutang, The Importance of Living, 1937.

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